MUJER PARAGUAYA. UNA DOLOROSA REALIDAD

Por Sara Espínola

Llegó un nuevo 24 de febrero, conmemorándose el día de la mujer paraguaya. Tanto desde el gobierno como desde todas las instituciones del estado se lanzan actos donde se reconoce ¨La gloriosa mujer paraguaya, valiente y trabajadora¨. Estos actos son solo una hipócrita cortina de humo. Al recorrer las calles podemos ver fácilmente como los derechos y la dignidad de las mujeres son pisoteadas, así también en las fábricas, las empresas, y por sobre todo son pisoteadas por el gobierno que hoy nos homenajea falsamente. Esto se demuestra con el gran aumento de casos de femicidios y con ello la enorme inacción de las instituciones pertinentes cuya función es actuar y resolver esta problemática. Al gobierno no le interesa, y lo expresa con la distribución del presupuesto anual, destinando a las FTC más de 130 millones de dólares al año, abono totalmente innecesario a las Fuerzas Armadas, mientras que al inoperante Ministerio de la Mujer presupuestan tan solo 2 millones de dólares, lo que significa alrededor de un irrisorio 12 mil guaraníes por mujer para combatir la violencia machista.

Origen del día de la mujer, una historia contada a medias

En 1974, Alfredo Stroessner decreta por ley el 24 de febrero como «Día de la mujer paraguaya» en homenaje las mujeres que sostuvieron y dieron su vida en defensa del país durante la Guerra de la Triple Infamia. Este homenaje si bien hoy es ampliamente celebrado, fue tremendamente contradictorio durante el periodo en el que se decretó pues no podemos dejar de mencionar que su gobierno fue el más sangriento, criminal, torturador, distorsionador y agresor no solo física sino psicológicamente contra las mujeres, atentando a la integridad en todos los sentidos, asimismo a niños, niñas y los derechos humanos de todas y todos a través de militares y policías.

La mujer paraguaya desde hace cientos de años ya administraba, trabajaba y aportaba el rumbo de la economía, la sustentabilidad doméstica y social con el pequeño comercio, la artesanía, el trabajo de azada y arado en los campos, la procreación, la enseñanza escolar, la formación industrial; las mujeres indígenas confeccionaban los uniformes de los combatientes y cultivaban la tierra, se encargaban de ser enfermeras, lavanderas, cocineras, eran explotadas con trabajos pesados en los yacimientos de sal y en los casos extremos hasta empuñaban fusibles cuando yo no quedaban hombres. Esto es clave para entender que gracias a la labor femenina se mantuvo la subsistencia durante los cinco años de confrontación bélica para alimentar y mantener no solo a los beligerantes sino a niñas, niños, adultos y adultas mayores a cargo de las mujeres, por lo tanto la estabilidad hubiera sido imposible de no ser por la producción de alimentos desde mandioca hasta la caña y el tabaco para la exportación llevada a cabo por las mujeres.

Entre las tantas mujeres tenemos a las llamadas Residentas, mujeres de clase media y popular que desocuparon la capital del país para ir al norte hacia Cerro Corá, acompañando a las tropas derrotas, éste término se debe a aquellas mujeres debían abandonar Asunción, y los habitantes que aún permanecían allí en conjunto con la tripulación de emergencia que estaba constituida por mujeres.

En una Asamblea de Mujeres Americanas en 1867 en Asunción, las Residentas eran reconocidas por sus «actos heróicos de patriotismo y valor» al donar sus joyas entre peinetas de oro, collares de coral, anillos de diamantes, alhajas, relojes de bolsillo, espuelas de plata, entre otros bienes. Eran las más destacadas socialmente por atribuir apoyo moral nacionalista, encajar en el rol «tradicional» de género y potenciadoras de economía para seguir financiando la guerra en términos de armamentos para los combatientes. En este proceso el pelotón de mujeres eran dirigidos por las llamadas sargentas, quienes vigilaban el orden, organizaban y coordinaban el trabajo, y ayudaban en el cumplimiento de las órdenes del gobierno o de los generales. Sin embargo, en este punto es crucial visibilizar las injusticias y omisiones históricas llevadas a cabo por Francisco Solano López y desmitificar el adjetivo de «Kuña guapa, trabajadora, sacrificada y valiente» asignada a todas las mujeres, debido que para él no todas eran «heroínas».

La otra cara de la moneda, las Destinadas, mujeres que fueron aisladas a las inaccesibles selvas de la zona de Yhú, sospechosas y torturadas por protestar contra el gobierno en reclamo de las pésimas condiciones de vida que llevaban eran acusadas por sus propios esposos y parientes. Esto llegó al punto de desacreditar sus derechos básicos y políticos, tratando de sobrevivir al despotismo de López, sufriendo graves violencias de género, tuvieron que aguantar no sólo ser secuestradas y violadas por soldados extranjeros, sino comer desde hierbas y reptiles por la falta de alimentos ya que escaseaban las frutas silvestres, caballos y mulas. Muchas de ellas murieron por agotamiento, hambre, fatiga, enfermedades, y a consecuencia del clima; las que sobrevivieron, entre ellas de la clase trabajadora y la burguesía, apuntaron volver a la capital para reincorporarse a sus viviendas pero eran ocupadas por forasteros y se veían obligadas a vivir en situación de calle y prostitución ya que el gobierno confiscó sus bienes, animales y pertenencias de sus ranchos sin posibilidad de reconstruir sus hogares.

El pasado persigue al presente

Está vivencia es una evidencia más de que el Estado patriarcal, capitalista y misógino es incapaz de proteger, asistir ni cumplir los derechos y necesidades de las mujeres, históricamente está demostrado que las mujeres somos personas independientes capaces de ejercer todo tipo de rol más allá de su denominación por género.

Ciertamente, la violencia de género en Paraguay tiene profundas raíces históricas y culturales. A diferencia de otras regiones de América Latina, donde abundaba el oro y la plata, el proceso de colonización en Paraguay se caracterizó por el sometimiento a su poder de algunos pueblos de mujeres indígenas, especialmente los guaraníes. España explotó la fuerza de trabajo de las indígenas mediante la instauración cultural de un yerno guaraní (tovaja) para la esclavización (mita) y la esclavización (yanacona) de hombres y mujeres para la agricultura y el servicio personal. Muchos grupos indígenas pronto se sublevaron y fueron masacrados, dejando muchos niños y niñas huérfanos/as, situación que dejó una profunda huella en el desarrollo de la posterior de la historia cultural del país.

Con «El Paraíso de Mahoma» el maltrato a la mujer generó notoriedad en Paraguay. Paraguay era conocido como «el país de las mujeres» por la masividad de mujeres en todos los distritos y zonas, sumado a esto en 1869 con la presencia de pocos de hombres sobrevivientes a la guerra, ellas tomaron obligatoriamente la tarea reproductiva de repoblar y reconstruir el país con un promedio de 4 mujeres por individuo masculino; pero en algunos lugares la relación era de 10 o incluso 20 mujeres per cápita. Esta situación instauró profundamente el pensamiento y la cultura machista paraguaya.

Cómo bien lo dijo Horacio Cartes, ofreciendo al Paraguay como «una mujer bonita …disponible para que la usen y abusen» a un empresario brasileño. ¿Cómo es posible que 150 años después de que el 90% de la población masculina haya sido exterminada, las mujeres sigamos siendo asesinadas, abusadas, violadas, hostigadas, discriminadas y objetos de moralidad religiosa? Cómo a nivel mundial nos encontramos con una feminización de la pobreza, Paraguay en particular destaca por la precarización laboral como corona a las extensas horas de trabajo además de explotación, los cupos de trabajo selectivos a favor del sector masculino en medio de las persecuciones, el acoso y las nefastas condiciones laborales para las trabajadoras de varios sectores.

Hasta hoy Paraguay continúa siendo un país retardado, y en segundo plano la paridad y los derechos como la del sufragio, – fue el último país de Latinoamérica en aprobar el voto de las mujeres, recién en 1961 -, la ley Zabala-Riera a beneficio del agronegocio, el sistema extractivista que deja a las campesinas desamparadas de trabajo y vivienda, el arrebato e intento de extinción de pueblos originarios, la carencia de educación sexual durante todo el proceso de crecimiento de las niñas lo que lleva al aumento en el índice de embarazo infantil-adolescente, entre muchas cosas más. Jamás acabaríamos de mencionar todas las arbitrariedades del nefasto gobierno burgués bajo el cual seguimos oprimidas y sometidas. Ponemos en cuestión a los organismos e instituciones de este sistema imperante: el gobierno, la policía, la iglesia y el Estado.

Exijámonos ser más combativas, solidarias y luchadoras, que la lucha sea por un verdadero cambio de sistema, que la lucha sea política, por el poder. Es imprescindible juntarnos, organizarnos y armar una herramienta política, laica y por sobre todo feminista revolucionaria. Nosotras como feministas socialistas creemos firmemente que con la radicalización de la conciencia, con métodos de lucha y con internacionalismo podemos derrotar esta nueva triple alianza contra el pueblo y las mujeres conformada por el gobierno, el estado capitalista y la deuda externa.

ES POSIBLE.